La comunicación abierta y franca es un ingrediente
fundamental para el triunfo de una relación. Esto se sabe y ha sido dicho hasta
la saciedad, pero lamentablemente no se lleva a cabo. Muchos fracasos en
relaciones de pareja se deben a que este punto no se da.
Por desgracia, a menudo e inconscientemente, nos
relacionamos con los demás, desde nuestra herida, limitaciones y rasgos de
personalidad más superficiales.
Cuando te relacionas con otra persona a través de aspectos
de ti menos evolucionados, corres el riesgo de prolongar dichos patrones
superficiales y lo que al principio es bonito e ilusionante acaba por sentirse
como deficiente e insatisfactorio.
Una cosa es el revestimiento de cada uno y otra muy
diferente lo nuclear, lo profundo de cada persona. A veces nos quedamos en lo
superficial y no vamos a lo profundo que es lo que verdaderamente importa.
Podemos imaginar una fruta, una naranja. Puedes observarla,
mirarla, tocarla, sentir su piel suave, percibir su olor, su color suave, pero tú
sabes que la naranja no es eso, eso es el revestimiento, eso es la piel, lo
mejor está dentro.
Si no llegas al punto de saber y disfrutar de lo que hay
dentro, no te comerás esa fruta, sino que te cansarás y la tirarás o dejaras a
un lado. Eso superficial que la reviste, no es la naranja, pero si pensamos que
si, como la piel es amarga, y pensamos que el revestimiento es la naranja, lo
tiramos todo.
Pero realmente lo que es sabroso y nutritivo está
dentro, en el fruto. El revestimiento es
lo secundario, lo circunstancial, lo colateral.
No podemos darle un
valor absoluto a lo que es secundario porque eso significa que hacemos de lo
secundario un absoluto.
Si hay por tanto una forma inteligente de enamorarse, de amar,
de conducirse en una relación.
Es cierto que ese enamoramiento, tiene algo de irracional y
que cuando te fundes en esa sensación, si se acaba, puede destruirte al menos
un tiempo.
Pero una cosa es el Amor (lo profundo y nuclear) y otra muy
distinta el enamoramiento, el encoñamiento, otra el aburrimiento, otra la
soledad, otra el vacío. Cada una de ellas, te pueden llevar a estar con
alguien.
Pero no es fácil buscar el fruto en el otro, porque solemos
relacionarnos muy poco con nuestra parte más profunda. A nuestro ego
(revestimiento) no le gusta el revestimiento (ego) de los demás. Se irrita y
molesta. El ego (revestimiento) tiene una naturaleza muy peculiar y es que
suele estar ciego de sí mismo. Realmente ni ve, ni quiere ver su orgullo y
soberbia por eso ataca directamente al otro.
Cuando nos relacionamos desde el ego en una relación, es
fácil entrar en lo que se llama “lucha de egos”. Ambos se atacan en una
escalada que puede acabar en conflictos interminables o fin de una relación.
Ese mismo ego, es muy susceptible a cualquier crítica ajena.
No tolera ningún tipo de feedback y cuando lo admite, lo hace superficialmente.
Es muy intolerante, susceptible y dado a las malas formas.
Todos tenemos ego (revestimiento), todos, unos más y otros
menos. Ninguno se escapa, a no ser que seas un Buda (iluminado). Iluminado en
la tradición oriental significa una persona que ha alcanzado la plenitud y que
carece de ego.
Al igual que una tierra sedienta de lluvia, algunas personas
viven en una sequía de Amor, que les lleva a relacionarse desde la exigencia de
agua permanente. Unos exigen, algunos evitan y otros exigen y evitan. Todos
pasamos por momentos así.
La forma más inteligente de amar, es ir tomando conciencia
de nuestra parte más vieja a la hora de relacionarnos. Mirar al "viejo yo" a la
cara, observar como el ego, dirige tu vida y empezar a modificar lo que no
conduce a nada.
Y comenzar a pasar del revestimiento al fruto, a lo nuclear
y profundo, justamente porque da más alegría y es más sanador.
Este que os habla tiene también ego (mi ego protesta por
reconocerlo públicamente y ponerlo en evidencia) y se hace por tanto,
necesario, un compromiso real y verdadero de cada uno para relacionarnos con nosotros
mismos y los demás, desde nuestra parte más sana, así como dejar atrás viejas
estructuras que solo sirven para perpetuar lo que no funciona.
Por cierto, al ego, no le gusta este artículo, se siente
amenazado y puesto en entredicho. Si tienes un gran ego, probablemente lo
ignores, dejes a un lado y menosprecies.
Esto siempre será una buena señal.
Como dice John Powell, “la felicidad es una conquista
interior”
Javier Vergara
Psicólogo