Pasan los días y notas grandes cambios de humor, una especie
de melancolía, ansiedad, culpa, tristeza sin saber por qué, miedos…y un sinfín
de emociones. Te dices a ti mismo que siempre te encuentras en el mismo punto y
que no tiene lógica ya que las cosas más o menos te van bien, pero por cada día
que te encuentras genial, aparece las sombras de un día oscuro.
Este tipo de emociones negativas que surgen día tras día,
sin una causa aparente, son una manifestación de una adicción a la infelicidad.
Es decir el cuerpo ha aprendido que para estar bien, es preciso previamente
estar mal. No es tanto una cuestión genética, como una actitud aprendida ante
la vida. Has aprendido muy bien a como
estar mal, hasta el punto de que si no estás mal, no estás bien.
A veces así es la vida de complicada o nos complicamos la
vida.
La única forma de liberarte de ese aprendizaje del malestar
es elegir consciente y consistentemente estados de ánimo y emociones positivas
cada día. Se trata de un nuevo aprendizaje., de un nuevo recorrido y una parte
importante de esta nueva actitud es diferenciar dos tipos de infelicidad que
son importantes:
-Infelicidad apropiada:
-Infelicidad Gratuita:
La infelicidad
apropiada es una parte necesaria del camino y de la vida. Es una respuesta
congruente ante un acontecimiento adverso. Surge como una reacción negativa pero
apropiada y congruente ante un suceso negativo.
Si tu pareja se separa de ti, es lógico que estés durante un tiempo
triste sin ganas de salir y madurando la experiencia. Es por tanto una
respuesta realista.
La infelicidad
gratuita es aquella que surge de una reacción desproporcionada o exagerada
ante ese mismo acontecimiento. Puedes matar una hormiga con un dedo o también con un matillo. El
martillo la matará pero el grado de inversión y esfuerzo que supone un martillo
no tiene proporción ninguna con la fragilidad del cuerpo de una hormiga. Si te
vas de viaje y en ese momento falla el motor y no puedes salir y por dicha
razón entras en una fuerte discusión con tu mujer sin motivo alguno, es lo que
consideramos una infelicidad gratuita como consecuencia de una adicción a la
infelicidad.
El adicto a la infelicidad necesita de sabotear
continuamente esas posibilidades de éxito en cualquier meta para garantizarse
estar en el mismo punto de siempre y seguir sintiendo las emociones de siempre.
En este punto, te sientes un incomprendido de la vida, asumes el papel de víctima
y la queja y el lamento son tu alimento favorito.
Si te ves quejándote de una misma persona una y otra vez y
pasa el tiempo y te das cuenta que sigues haciéndolo y de nuevo con distintas
personas, es una muestra más de una infelicidad gratuita.
Para el cerebro, infelicidad gratuita y adicción a la
infelicidad van juntas. Ambas se retroalimentan.
A veces ocurre que la Vida te invita a que salgas de ese
patrón y generalmente la Vida se comunica contigo a través de las gentes. Quizás
un amigo te llame para salir y sabes que es una persona especial, que merece la
pena compartir con él un rato, pero como eres adicta a la infelicidad, te
encargarás de excusarte una y otra vez para no hacerlo. Ese momento quizás
pueda abrirte puertas, oportunidades, o simplemente puede que sea un momento de
compartir y disfrutar juntos, pero decides que no. Simplemente la persona esta
poseída y es muy obediente a su Madre “La infelicidad” y sabe que como serle
fiel y leal.
O aquella vez que te hablaron de ir a una fiesta, pero
decidiste quedarte en casa una vez más haciendo lo mismo de siempre, quizás
navegando en internet en conversaciones absurdas o viendo a ver que ponen en
televisión o atiborrándote de comida.
La infelicidad
gratuita se da también cuando la persona inconscientemente persigue el dolor
para satisfacer así una adicción a la infelicidad. Es el típico empresario
que ha conseguido un éxito laboral importante y cuando le dan una
condecoración, se siente inmerecido o triste por el mismo.
Otra forma de reconocer la infelicidad gratuita es porque la
persona sigue pasando el tiempo y siempre se encuentra en el mismo punto, padeciendo
los mismos dolores de siempre. El tiempo se ha congelado, no hay evolución, no
hay crecimiento. Vives y revives, te quejas y te lamentas de la misma situación
años después. Es como el cocainómano que vuelve a recaer continuamente.
Es fácil reconocer a una persona cuya “Madre” es la
infelicidad gratuita. Son auténticos
perseguidores del malestar o dolor. Lo huelen, sienten su presencia cerca y
van a por el como un auténtico vampiro desea la sangre. Aquella persona que
sabe que una relación determinada no funciona, que sabe que se equivoca pero
una y otra vez, se ve haciendo lo mismo auto engañándose diciéndose que “esta
vez funcionara” y una y otra vez vuelve a fracasar y pasan los años y se encuentra
en el mismo “punto de insatisfacción”.
La infelicidad está tan bien aprendida que es difícil salir
de ella, son muchos años con un mismo patrón y por eso no queda más remedio que
emprender un plan decidido, consciente, consecuente y consistente para empezar
a liberarse del sufrimiento emocional gratuito.
En ocasiones, uno es tan adicto a la infelicidad, que ni si
quiera quiere dejarla atrás. Tiene su lógica, cuando llevas años viviendo en
una misma patria, dejarla, supone echarla de menos. Como dice un buen amigo mío:
“Quien sería yo sin mis vicios”
Es necesario aprender un patrón nuevo, llevar a cabo
acciones nuevas que nos pongan en el nuevo camino y cuando te sorprendas en los
viejos autoengaños o auto sabotajes, desenmascararlos y dejarlos atrás,
empezando a construir nuevos surcos en tu cerebro que te lleven a una felicidad
más honesta en tu vida.
Tienes todo el derecho del mundo a ser feliz, pero esto no
es algo que te vendrá caído del cielo. La felicidad debes conquistarla y para
ello debe al menos darse tres requisitos
importantes:
-Reconocer
que eres un adicto a la infelicidad y que te cuesta salir.
-Desenmascarar tus
autoengaños y auto sabotajes favoritos
que pones en marcha cada día.
-Desarrollar un plan de acción
hacia la felicidad que llevaras a cabo cada día en la que eliges conscientemente estados de ánimo y
emociones positivas.
Si no haces esto, es evidente que el tiempo seguirá pasando
y te encontrarás siempre en el mismo punto, lamentándote de lo de siempre. Es
la queja eterna.
Te repito, tienes derecho a la felicidad, es un derecho que
tienes desde que naciste, es hora de comenzar a contemplar la vida desde otra
perspectiva y comenzar a hacer aquello que nos lleva directamente hacia el país
de la felicidad. Es más que posible, solo debes creer en ello y seguir tu
corazón hacia lo nuevo e inesperado.
JAVIER VERGARA
Psicólogo clínico